Paz y todo Bien.
Primeramente, quiero agradecerles a cada uno de ustedes por sus oraciones durante el tiempo que estuvimos ausentes por más de una semana. Gracias a Dios todos salimos negativos, y hemos vuelto a reunirnos con Misas al aire libre en nuestro lindo Jardín de San Miguel. Hemos tenido poca gente en las Misas, especialmente las de inglés, pero le pido a Dios que poco a poco nuestros parroquianos regresen para celebrar juntos nuestras Eucaristías.
La primera lectura de este día tomada de I de Reyes es la oración de Salomón en el momento que empieza su reinado. Le pide a Dios para que tenga un corazón dispuesto a entender como poder reinar bien al pueblo de Dios. Deseo que esa sea nuestra oración, no solamente este día sino todos los días de nuestras vidas, así a medida que avanzamos en la vida, continuemos confiando en Dios que es al guardar sus mandamientos recibiremos sabiduría.
Luego en el Evangelio encontramos mas parábolas del Reino de Dios. Los temas de las parábolas de este día nos hablan de un tesoro escondido y de una perla de gran valor. El énfasis en ambas parábolas es la reacción de las personas afortunadas al encontrarlo. Ellos conocían el valor de lo encontrado, que era más grande que todo lo que ellos poseían. Jesús nos dice que el Reino de Dios tiene mucho más valor que todo lo que nosotros poseemos. Todo lo que tenemos tiene una fecha de caducidad. Mas, sin embargo, el Reino de Dios dura una eternidad. En la historia de la Iglesia podemos ver que muchos creyentes tuvieron que pagar mucho por su fe. A ellos los llamamos mártires. La mayoría de los creyentes no terminaremos siendo mártires, pero si vivimos simplemente la fe que Jesús ensenó. Aquellos que guardan la fe son mejores esposos, mejores padres, mejores hijos e hijas, mejores personas en la sociedad. Tienen mejor actitud hacia el futuro y son mejores seres humanos. Así, que es mejor: aferrarnos a las posesiones temporales, ¿o confiar que el tesoro escondido o la perla preciosa es el verdadero tesoro que nos dará una vida eterna? Para obtener el tesoro escondido o la perla preciosa (el Reino de Dios), necesitamos vender todo, y venir con las manos vacías para que Dios nos lo de gratuitamente.
Que el Señor les de la paz.
Fr. Oscar