¿Cuántos de nosotros andamos buscando signos de todo tipo, en la radio, televisión, con otras personas, y en todos los medios de comunicación? ¿Cuántos de nosotros andamos en busca de encontrar sentido en nuestra vida en todo lo que hacemos? ¿Cuántos de nosotros nos dejamos llevar por todo lo que pensamos y sentimos sin discernir si todo eso viene del Espíritu Santo? Por más que busquemos signos, soluciones, propósitos y sentido a nuestra vida; sin tener a Jesús como nuestra prioridad, y centro principal de nuestras vidas, siempre seremos personas sedientas, vacías, sin esperanzas y con caras largas y de funeral. Lo peor de todo es que muchos hijos e hijas de Dios, han sacado a Dios de sus vidas y sus familias y viven en un mundo confuso y sin esperanza. Tenemos una confusión, una tristeza, un tormento, una depresión o cualquier trago amargo, y en vez de recurrir a Jesús que es nuestra solución, acudimos a nuestra capacidad humana, la ciencia, tecnología o cualquier ideología que el mundo nos ofrece. Por más que busquemos en el mundo externo la solución a todo lo que nos pasa, quedaremos más vacíos, agotados e insatisfechos. Así no se puede hermanos y hermanas; y así no llegaremos muy lejos. Nuestras fuerzas humanas y nuestros conocimientos humanos, tarde o temprano se agotarán, y no tendremos más fuerzas ni ganas para seguir viviendo.
El Evangelio de San Juan, de este Domingo, XVII del Tiempo Ordinario, nos presenta a Jesús como el PAN DE VIDA; El único que nos puede dar sentido a nuestra vida y la vida eterna. Jesús viene a saciar nuestra hambre y nuestra sed; sin Él todo será cuenta arriba y mucho más dificil para sobrellevar los problemas y dificultades que enfrentamos todos los días. Cuando se dieron cuenta de que ni Jesús ni sus discípulos estaban ahí, subieron a las barcas y se dirigieron a Cafarnaúm en busca de Jesús. Lo encontraron en la otra orilla y le dijeron, “Maestro, ¿cuándo llegaste acá?” Jesús les contesto: “Yo les aseguro que ustedes no me andan buscando por haber visto señales milagrosas, sino por haber comido de aquellos panes hasta saciarse. No trabajen por ese alimento que se acaba, sino por el alimento que dura para la vida eterna y que les dará el Hijo del hombre; porque a éste, el Padre Dios lo ha marcado con su sello.” (San Juan 6, 24-27).
Con el respeto que se merecen todos mis hermanos y hermanas Crisanos Católicos/Católicas, ¿vienes a la Santa Eucarisa todos los Domingos? Y si vienes, ¿recibes el Cuerpo y Sangre de Jesucristo? Y si no vienes a la Santa Eucarisa, ¿cómo alimentas tu cuerpo, templo del Espíritu Santo, para estar en comunión con Dios, tu Padre y con tus hermanos y hermanas? ¿Sera que Dios solamente es un mito, una idea y un Dios histórico en tu vida? ¿Cómo te estas preparando para llegar un día al encuentro con Dios, donde lo veras cara a cara, y tal como es? Hermanos y hermanas, los que se consideran como Cristianos Católicos/Católicas, aun es tiempo de dejar nuestras excusas personales u humas y acercarnos al PAN DE LA VIDA, bajado del cielo, que es JESUCRISTO. Entonces le dijeron: “Señor, danos siempre de ese pan”. Jesús les contesto: “Yo soy el pan de vida. El que viene a mí no volverá a tener hambre; el que cree en mí nunca tendrá sed. Pero ustedes, como ya les he dicho, no creen, a pesar de haber visto.” (San Juan 6, 34-36).
No seamos sordos a la voz de Jesús. Nos seamos tan indiferentes, insensatos y autosuficientes a la invitación gratuita que Él nos hace. Recuerden que estamos solamente de paso en esta vida temporal. No nos llevaremos absolutamente nada de lo que posemos y tenemos. Solamente nos llevaremos la amistad y comunión que hayamos tenido con Jesús y con nuestros hermanos y hermanas. Solamente nos llevaremos nuestras buenas obras que hayamos hecho o dejado de hacer. Aun es tiempo de dejar lo mundano, terrenal y pasajero, para escuchar la voz de Jesús, seguirle a Él y hacer lo que Él nos pide. “YO SOY EL PAN BAJADO DEL CIELO.”
Con cariño y respeto,
Padre Alberto Villafán, ofm.
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