Hoy estamos celebrando el Domingo de la Divina Misericordia y quiero reflexionar cómo la misericordia de Dios nos ha sostenido de muchas maneras, y cómo su misericordia se refleja en cómo Jesús trató a Tomás en el Evangelio. Durante este último año, hemos tenido la terrible experiencia de la pandemia en todo el mundo. Hemos experimentado pérdidas, odio racial y malestar, descortesía y hostilidad política en todo Estados Unidos. También hemos experimentado que nuestra fe ha sido sacudida o perdida en nuestra iglesia. Incluso entre nosotros, escuchamos a Jesús diciéndonos: “la paz sea con ustedes”. Eso es lo que más necesitamos en nuestra vida para seguir siendo testigos del Señor Resucitado.
En el Evangelio siempre escuchamos la misma historia sobre Tomás en los tres ciclos litúrgicos. Hemos llamado a esta historia, la historia de Tomás que duda. Ésta también puede ser nuestra propia historia. Creo que dudar es algo bueno en nuestras propias vidas. Cuántas veces hemos dudado de nuestras propias ideas, de nuestros propios principios, de nuestro propio trabajo, etc.… es una prueba de que no estamos en piloto automático, no hemos terminado de pensar y sopesar las cosas. La duda no siempre es lo opuesto a la fe; la oposición verdadera de la fe es cierto tipo de miedo. El miedo a veces nos hace no hacer nada o nos hace huir. La fe nos empuja a correr riesgos, a arriesgarnos.
Tomás no era un hombre temeroso, pudo actuar. Tomás fue quien les dijo a los otros discípulos “vayamos a Jerusalén y muramos con él (Jn 11,16). No le faltó fe, es simplemente que no quería engañarse. Quería entender y resolver las cosas. Quizás Tomás si creía que Jesús había resucitado de la muerte, pero puede que no creyera a los otros discípulos. Si han visto al Señor, ¿por qué siguen encerrados en esa habitación? Si están llenos de tanto gozo, ¿por qué no podían mostrarlo en sus rostros? Tomás no los encontró creíbles. Tomás no dudó del Señor; dudaba de las palabras de sus amigos. A veces nos encontramos en la misma situación, no dudamos de que Jesús ha resucitado, pero no vemos testigos reales de la Resurrección entre nosotros.
Durante esta Temporada Pascual, seamos testigos gozosos y verdaderos de la Resurrección del Señor Jesús, y recibamos su Divina Misericordia durante este tiempo umbral. Al dar testimonio a nuestra manera, que la paz de Jesús esté con nosotros.
Paz, Padre Oscar Mendez, OFM
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