Domingo, 22 de Noviembre, estamos celebrando la Solemnidad de Jesucristo Rey del Universo; y con esto estamos terminando el Tiempo Ordinario para dar paso al Tiempo de Adviento. Es muy importante que nos preguntemos si Jesucristo es Nuestro Rey, el dueño de nuestras vidas, nuestro corazón y de todos nuestros anhelos. Si Jesucristo es Nuestro Rey, hacemos siempre Su voluntad y lo que El nos manda a hacer en el Evangelio de este Domingo (San Mateo 25, 31‐46). Damos de comer al hambriento, de beber al sediento, hospedamos al forastero, vestimos al desnudo, visitamos al enfermo y al encarcelado? No podemos llevar acabo esta obras de Caridad sino dejamos a un lado todos los juicios temerarios. Recuerden lo que nos dice nuestro Señor Jesucristo, “No todo el que me dice: Señor, Señor! Entrara en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que esta en los cielos” (San Mateo 7, 21). Seria una hipocresía de nuestra parte rezar, rezar y decir que Jesús es nuestro Señor sino atendemos las necesidades del más necesitado. Nuestro Rey prueba nuestra Fe todos los días, poniendo en nuestro camino personas hambrientas, sedientas, desnudas, forasteras, enfermas y encarceladas. ¿Les tendemos la mano, o las ignoramos? El Rey del Universo nos va a recompensar, cuando seamos juzgados por las obras buenas o malas que hayamos hecho.
Quizás muchos de nosotros llevamos una vida de piedad, de oración, de ayunos, mortificaciones, sacrificios, de devociones, y de religiosidad popular, pero todo eso no refleja lo que somos, porque ignoramos y marginamos al mas vulnerable, y necesitado. ¿Y cual será nuestra triste y lamentable recompensa? y él les responderá: “Les aseguro que cuando dejaron de hacer con uno de éstos pequeños, dejaron de hacerlo conmigo”. E irán estos al cas?go eterno, y los justos a la vida eterna (San Mateo 25, 45‐46). ¿Queremos reinar por siempre y para siempre con nuestro Rey en el cielo? Si es así, entonces hagamos lo que el nos pide en el Evangelio de este Domingo; dejemos de juzgar y hacer juicios temerarios. Hagamos siempre el bien sin mirar a quien. ¿“De que le sirve a uno, hermanos míos, decir que ene fe, si no tiene obras? ¿Podrá acaso salvarlo la fe? Si un hermano o una hermana están desnudos y no tienen nada que comer, y uno de ustedes les dice: ‘Váyanse en paz, abríguense y coman’, pero no les da lo necesario para su cuerpo, ¿de que sirve? Así también la fe: si no tiene obras, esta completamente muerta” (Santiago 2, 14‐17).
Con cariño y respeto su servidor:
Padre Alberto Villafán‐Romero, OFM