DE NUESTRO PÁRROCO ASOCIADO
Mi introducción al maravilloso mundo de la ópera fue en realidad a través de un evento deportivo. Al concluir la Copa del Mundo de 1994, se celebró un concierto en el Dodgers Stadium de Los Ángeles llamado “Los Tres Tenores”. Todo el concierto fue espectacular, pero me atrajo una pieza muy conmovedora cantada por Luciano Pavaroƫ de la ópera “Turandot” de Giacomo Puccini: “Nessun Dorma”.
Nessun dorma! Nessun dorma!
Tu pure, o Principessa, nella tua fredda stanza,
guardi le stelle che tremano d’amore, e di speranza!
(¡Nadie dormirá, ¡nadie dormirá! ¡Ni siquiera tú oh princesa en tu fría habitación mirando las estrellas que Ɵemblan de amor y de esperanza!)
El personaje que canta esta canción en la ópera, Calaf, intenta ganarse el corazón de la princesa Turandot, a quien se conoce como cruel y emocionalmente fría. Calaf le dice que si puede adivinar su nombre antes del amanecer, puede hacer lo que quiera con él. De lo contra‐ rio, tendrá que casarse con él. La princesa luego ordena a todos sus súbditos que no duerman hasta que alguien pueda encontrar el nombre de este misterioso hombre.
En la segunda lectura de este domingo, San Pablo también insta a los Tesalonicenses a no dormir, sino a mantenerse alerta y sobrios. En este momento, Pablo cree que la parusía, el regreso de Cristo en gloria al final de los tiempos, es inminente. Usa la expresión “día del Señor” que se usa en el AnƟguo Testamento para referirse a la batalla victoriosa final de Dios contra sus enemigos malva‐ dos. Ante un acontecimiento tan fenomenal, estamos lla‐ mados a estar preparados y vigilantes. El encargo de estar vigilantes nos recuerda la virtud cardinal de la fortaleza, es decir, la firmeza en las pruebas y persecuciones. Con las elecciones detrás de nosotros, realmente espe‐ raba que estuviéramos en el camino de sanar y unir a nuestro país después de una amarga y tumultuosa batalla partidista.
Lamentablemente, parece que nuestro país está tan dividido como siempre, si no más. Los políticos continúan avivando nuestras emociones y enfrentándo‐ nos entre nosotros para ayudarlos a aferrarse al poder. Si pensamos que ahora podríamos dormir en paz, lamenta‐ blemente ahora sabemos que no tenemos más remedio que estar sobrios y alertas.
Sin embargo, no carecemos de otra gran virtud: la esperanza. Así como los Tesalonicenses esperaban la venida victoriosa de Cristo, nosotros también tenemos la esperanza del orden victorioso de Dios del mundo, donde prevalecerán la verdadera justicia y la verdadera paz. Al final de la canción, Calas también canta sobre su seguridad de que ganará el corazón de la princesa. Dilegua, oh notte! Tramontate, Stelle! Tramontate, Stelle! All’alba, vincerò! Vincerò! Vincerò! (¡Desaparece, oh noche! ¡Desvanecerse, estrellas! ¡Desvanecerse, estrellas! ¡Al amanecer, ganaré! ¡Yo ganaré! ¡Yo ganaré!)
Paz, Padre Sam