El ministerio de Jesús, que va más allá del territorio judío y entra en las áreas gentiles, es una hermosa ilustración de lo que el profeta Isaías proclamó en la primera lectura de este domingo (lea Isaías 35: 4-5). Ha llegado la era del Mesías y la salvación, no solo para los judíos, sino también para los gentiles. Los milagros de Jesús están motivados principalmente por su compasión por el sufrimiento y su deseo de llevar la libertad a las personas bajo el yugo de la opresión, ya sea física, moral o espiritual.
En muchas ocasiones, Jesús hacía curaciones milagrosas con solo un simple mandamiento, sin tener contacto físico con la persona. Hoy tocó los oídos del sordo, y la lengua con su saliva, estas son manifestaciones iniciales de Jesús respecto a los sacramentos. De hecho, esta acción de Jesús se ha incorporado a la celebración del sacramento del Bautismo. Esta acción se ilustra aún más en el hecho de que Dios ciertamente ha venido en carne y está en medio de nosotros.
Los milagros de curación y muchas otras maravillas de Jesús no están destinados a un espectáculo público, sino que son recordatorios efectivos para las personas de que Dios está con ellos, y que hay salvación en y a través de Jesús. Por eso, en cada milagro, Jesús exhorta a la gente a seguirle y creer en él para que él los lleve a la salvación. Muchos de nosotros le estamos pidiendo milagros a Dios. ¿Pero siguen siendo necesarios? Cuando ya hemos recibido el don de la fe, cuando ya creemos en Jesús, los milagros ya son discutibles y académicos. Si Jesús hizo milagros para que la gente crea en sus palabras, entonces, para nosotros que ya creemos, los milagros ya no serán necesarios. Seamos agradecidos de que ya tenemos el don de la fe, y si nutrimos y fortalecemos esta fe, eso es lo que producirá milagros.
Nunca podemos culpar a Dios por la falta de esfuerzo para advertirnos, recordarnos y llamar nuestra atención. Es solo que muchos de nosotros somos simplemente tercos y tenemos corazones endurecidos. Elegimos ser sordos a las advertencias y súplicas de Dios. Dios sigue respetando nuestra libertad. Él puede simplemente llamarnos, recordarnos e invitarnos. Pero tenemos que tomar la decisión de aceptar su llamado a la conversión. Tenemos que abrir nuestro corazón a Su Palabra. Solo entonces podrá comenzar a trabajar en nuestra salvación.
Paz y bien.
Padre Oscar Mendez, OFM
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