
El ayuno es más que una práctica. Es una invitación a acercarse a Jesús. Según los Evangelios, sabemos que muchas personas se acercaron a Jesús, y hoy en día muchos continuamos haciendo lo mismo. Pero ¿por qué lo buscamos? ¿Venimos a Jesús solo cuando necesitamos algo, o lo buscamos por amor? El verdadero discipulado significa venir a Jesús para conocerlo más profundamente, experimentar su amor y permanecer con él; no solo para pedir favores.
El ayuno es una disciplina espiritual que nos enseña el desapego y la libertad. No se trata solo de abstenerse de comer, sino de dejar de hacer cualquier cosa que nos controle. ¿Podemos pasar un día sin carne? Quizá que sí, pero ¿Sin nuestro teléfono? ¿Sin distracciones innecesarias? El ayuno nos recuerda que nada en este mundo debe esclavizarnos. Es una oportunidad para centrarnos menos en nosotros mismos y más en Dios, para vivir con sencillez y enfocados en Él.
Jesús nos ama más allá de toda medida. Sólo Él puede satisfacer el hambre más profunda de nuestros corazones. Cuando ayunamos, hacemos espacio para Él. No se trata solo de renunciar a algo; se trata de obtener algo más grande: la presencia, la paz y el amor de Dios.
A medida que recorremos la Cuaresma, ayunemos de la comida, pero también ayunemos de cualquier cosa que nos aleje de Dios. Busquemos a Cristo no por conveniencia, sino por amor, y permitamos que Él sea nuestro mayor tesoro.
¡Que tengan una hermosa y bendecida Cuaresma!
Padre Lalo Jara, OFM
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