De Nuestro Vicario
Seguramente, al escuchar, profundizar y meditar las lecturas de este domingo, 14 de noviembre, surgirán muchas dudas, miedos, incertidumbres, angustias, ansiedades, y quizás depresiones en nuestras mentes y Este domingo 5 de diciembre iniciamos y celebramos el Segundo Domingo de Adviento. El personaje principal es Juan el Bautista, el último de los profetas. Cabe señalar que Juan el Bautista juega un papel muy importante, no solo en el tiempo de Adviento, sino también en el tiempo de Cuaresma, porque ambos tiempos hablan de conversión, arrepentimiento, espera y vigilancia ante la gran llegada de un personaje más importante que Juan el Bautista. JESUCRISTO.
Juan el Bautista es el precursor, el que está preparando el camino de nuestro Salvador y Redentor. Prestemos mucha atención al Evangelio que se nos presenta este fin de semana, San Lucas. “Una voz ha resonado en el desierto: ‘Preparad el camino del Señor, enderezad vuestros senderos. Todo valle será llenado, todo monte y collado, rebajado; lo torcido se enderezará, los caminos ásperos se nivelarán y todos los hombres verán la salvación de Dios. ‘”(San Lucas 3, 4-6).
Mientras escuchamos, leemos y profundizamos en esta exhortación de Juan el Bautista, ¿cómo nos preparamos para esta temporada de Adviento? ¿Estamos haciendo el propósito de cambiar la forma en que hablamos, nos comportamos, vemos y tratamos a los demás, cómo nos gustaría que nos trataran? ¿Estamos en el camino del arrepentimiento y la conversión para dar lugar al Niño Jesús que nacerá en nuestros corazones? ¿Somos conscientes o nos hemos dado cuenta de que el que se celebra en Navidad es Jesús y no nosotros?
Recordemos una vez más que la temporada de Adviento es un tiempo de preparación para la llegada de Jesús, nuestro Salvador y Redentor, a nuestras vidas y corazones. Hagamos un examen de conciencia, seamos sinceros, honestos y transparentes, para descubrir qué necesitamos cambiar para esperar con alegría la venida de Jesús a nuestro corazón. Si necesitamos confesar, hagámoslo; No dejemos para mañana lo que podemos hacer hoy.
Nadie, absolutamente nadie, tiene asegurado el mañana. Desafortunadamente, muchos de nosotros tenemos una idea equivocada o equivocada, diciendo: “mañana me corrijo, mañana tengo la intención de cambiar”. Entonces vamos por la vida y para muchos no llega, ni llegará ese momento.
Aprovechemos al máximo cada día que Dios nos regala para ser mejores cada día. Escuchemos al Señor Jesús y no endurezcamos nuestro corazón.
Con cariño y aCon Cariño y respeto, Padre Alberto Villafán, ofm.
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