Las lecturas de hoy nos invitan a ser transformados por el llamado de Jesús. Seguimos escuchando acerca del llamado de Dios a seguir escuchando Su voz, y Dios quiere que respondamos con gracia a Su llamado.
En la primera lectura, Jonás escucha el llamado de Dios y parte hacia Nínive. El salmo pide a Dios que nos muestre el camino que desea para nosotros. La segunda lectura nos dice que el mundo tal como lo conocemos está desapareciendo.
Cuando leemos el Evangelio de hoy, es imposible pasar por alto la reacción inmediata de Simón y Andrés ante la pregunta de Jesús. Esa proximidad es un tema de contemplación, mientras sopesamos nuestra reacción personal a nuestro propio Apostolado en Cristo.
¿Qué hacemos cuando escuchamos el mensaje de Cristo? ¿Que decimos? ¿Qué cambiamos fundamentalmente en nuestra vida? Las vidas de Simón y Andrés cambiaron dramáticamente. Se podría decir que cambiaron en un instante y, en muchos sentidos, lo hicieron. Pero mucho antes de encontrar a su Salvador debe haber habido algún anhelo, en algún lugar de lo más profundo de su ser, algún tipo de deseo de buscar la verdad. Y ahí es donde comenzamos. Sí, en nuestra propia vida, podemos tomar ese deseo de buscar la Verdad y usarlo como base para seguir a Jesús. Todos nacemos para buscar, encontrar la verdad de nuestra existencia, desarrollar la comunión con la fuente de nuestra creación.
Cuando estudiamos este pasaje del Evangelio, podemos sentirnos tentados a pensar que estamos agotados. Después de todo, Cristo no pasó simplemente junto a nuestro auto cuando salimos y dijo: “Ven, sígueme”. Sin embargo, incluso los primeros discípulos tenían opciones, tenían libre albedrío. No tuvieron que seguirlo. Es dudoso que se sintieran presionados. No, ya estaban buscando, ya buscaban la comunión, y esperaban la gracia de un momento con Jesús, cara a cara. Así que no nos vemos perjudicados. Miren lo que tenemos: los Evangelios, las grandes tradiciones de la Iglesia, las vidas de los santos, un sinfín de escritos que apuntan a vivir en y para Jesús. Todo esto es una gracia otorgada por Dios, un camino hacia su presencia. Y estamos invitados a seguir ese camino.
Al arrojar esas redes de pesca, los discípulos tal vez tuvieron preocupaciones, tal como nosotros también las tenemos. Todavía enfrentamos dificultades, pruebas y muchas penurias. Pero seguir a Jesús no significa una cura milagrosa de las dificultades. Él mismo murió en la cruz por nosotros. Habrá dolor. Nuestro mayor error es buscar un camino sin espinas. No existe tal camino que conduzca a Cristo. Llevaba esas espinas alrededor de la cabeza; Le presionaron la cabeza y le hicieron sangrar. No, tendremos que abrazar esas sombras más oscuras mientras viajamos. Pero podemos utilizar la respuesta inmediata de los discípulos –una respuesta nacida del amor– como inspiración mientras hacemos nuestro maravilloso viaje hacia Jesús. Él dijo: Os haré pescadores de hombres. Y así, vivamos a Su imagen en todo lo que hacemos y somos, y especialmente cuando enfrentamos nuestras pruebas más oscuras, para que muchas otras puedan seguirlas. Amén.
Paz y todo bien, Fray Oscar.
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