Estamos casi al final del año litúrgico. Cuando Marcos escribió su Evangelio, el imperio romano estaba devastado por guerras, plagas, calamidades y hambrunas. Las comunidades Cristianas se vieron afectadas por la persecución y los asesinatos. Frente a tales luchas, algunos fanáticos comenzaron a difundir rumores de una catástrofe inminente, el fin de toda la creación y el regreso de Cristo en las nubes desde el cielo.
Es aquí donde el evangelista siente que debe intervenir para poner los acontecimientos en la perspectiva adecuada. Jesús no está haciendo nuevas predicciones en el Evangelio. Por supuesto, utiliza un lenguaje apocalíptico (simbólico) que está tomado del libro del Profeta Isaías. En los capítulos 13 y 34, Isaías dice que las estrellas del cielo y la constelación de Orión ya no darán su luz; el sol se oscurecerá al salir, y la luna no dará su resplandor; todos los ejércitos del cielo serán destruidos.
Muchos caen en el error de interpretar las palabras de Jesús en el sentido literal, y por eso es que salen muchas películas que hablan sobre el día del juicio final o el fin del mundo. Pero Jesús nos invita a entender la historia de una manera diferente. Habla de los días del principio de los dolores. ¿De qué penas está hablando? Son los dolores del nacimiento, el nacimiento de un nuevo mundo, no los dolores del sufrimiento y la muerte. Durante la Última Cena, Jesús usó esta imagen de la mujer en el parto. Aunque está sufriendo, olvida todos sus dolores cuando tiene la alegría de tener a su hijo. Los dolores que sufriríamos en este mundo son los dolores de nuestro nacimiento en el nuevo mundo. Como diría san Pablo, una nueva creación.
Con la destrucción del templo de Jerusalén, comenzará un mundo completamente nuevo. Con el comienzo de la predicación del Evangelio, los dioses que habían seducido a la humanidad comenzarán a caer. Emperadores y reyes que justificaron la esclavitud, la corrupción moral y la opresión de los pueblos, se consideraban el Sol, la Luna y las estrellas. Pero ahora, perderán su esplendor. Todos los gobernantes, desde el faraón hasta los reyes emperadores mesopotámicos, pensaban que eran estrellas en el cielo. Jesús dice que todas estas estrellas ahora caen; estas estrellas no deben estar en el cielo; no son divinidades. Donde entra la luz del Evangelio, todo lo demás se oscurecerá.
Jesús está dando un anuncio de alegría; es el anuncio de un “terremoto” que derrocará todos los reinos de la injusticia y la mentira. ¿Cuáles son las falsas estrellas del mundo que seducen y engañan a la gente con sus falsas promesas de éxito hoy? Nos dejamos iluminar por el mensaje del Evangelio o seguimos en la oscuridad?
¡Que el Señor siempre les de Su paz!
Padre Lalo Jara, OFM