Muchos de nosotros en la generación del “baby boom” podemos recordar haber aprendido y haber recitado de memoria el Salmo veintitrés: “El Señor es mi pastor; nada me faltará… y habitaré en la casa del Señor para siempre”. Aunque miles de personas memorizaron este maravilloso salmo, es dudoso cuántos consideraron lo que significaba tener a Jesús como nuestro pastor. La lectura del Evangelio de esta semana comienza a revelarnos el significado de Jesús como pastor.
Jesús se describe a sí mismo como el Buen Pastor, lo que contrasta con el mal pastor. El pastor malvado toma a la ligera su responsabilidad por las ovejas y antepone sus propios intereses al bienestar de las ovejas. Mientras que Jesús toma muy en serio esta responsabilidad de pastor, hasta el punto de morir para salvar a las ovejas. Está dedicado a su cuidado y protección.
Jesús es dueño de las ovejas al pagar por nosotros con su propia sangre. Somos su posesión más preciada. También nos conoce individualmente y nos llama a cada uno por nuestro nombre. Además, nos ama con amor eterno, así como el Padre nos ama.
Algunos de nosotros hemos nacido en un hogar Cristiano Católico y hemos crecido alejados de Jesús debido a la fe de nuestros padres. Es importante saber que las ovejas responden de manera diferente al Buen Pastor que a los demás. Ellos conocen a Jesús y cuando habla, las ovejas lo escuchan. Muy simplemente, esto significa que cuando escuchamos leer las Escrituras, las leemos nosotros mismos, oramos o escuchamos la Escritura proclamada, no debemos simplemente escuchar con nuestros oídos, sino tratar de escuchar con nuestro corazón y preguntar: “¿Qué nos está diciendo Jesús?”
Habiendo oído su voz, las ovejas lo siguen a dondequiera que vaya, obedeciendo su voz. Como seguidores suyos, aquí es donde nuestra fe cobra vida. La fe y la obediencia son realmente una misma cosa. Nuestra fe se vuelve viva y brillante sólo cuando seguimos al Buen Pastor y respondemos a su liderazgo con amorosa obediencia. Sólo entonces las verdades de Salmo 23 se vuelven realidad para nosotros.
Paz, Diácono Lyle Blackmon
“Jesús es dueño de las ovejas al pagar por nosotros con su propia sangre. Somos su posesión más preciada. También nos conoce individualmente y nos llama a cada uno por nuestro nombre”.
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