Este domingo, siete de Marzo, estamos iniciando el Tercer Domingo de Cuaresma. Sería muy importante hacernos varias preguntas cada uno de nosotros que somos Cristianos Católicos.

Cuando venimos a celebrar y vivir la Santa Eucaristía, ¿cómo nos vestimos? Nos vestimos con modestia, como si fuéramos a la fiesta más hermosa y maravillosa? ¿Llegamos a tiempo a la Santa Eucaristía, es decir con unos quince minutos antes de la Eucaristía, para preparar nuestras mentes y corazones? ¿Apagamos completamente el teléfono celular antes de ingresar a la casa de Dios? ¿Nos sentamos con las dos piernas y pies descansando sobre el piso, o nos sentamos con la pierna cruzada como si estuvieras en la playa u otro lugar público? ¿Al ingresar a la casa de Dios, convertimos el lugar en un mercado y lugar público, donde venimos a platicar y hacer relajo con otras personas? ¿Mantenemos la casa de Dios intacta, limpia y presentable o la tratamos como un mercado y lugar público donde dejamos basura y otros desechos? ¿Nos quitamos las gorras y sombreros antes de ingresar a la casa de Dios? ¿Tomamos una actitud muy participativa una vez que inicia la Eucaristía, o será que venimos a Misa porque es una costumbre, tradición y día de precepto?

Nuestro Señor Jesucristo nos da el ejemplo, de como debemos de comportarnos y tratar la Casa de Dios, a todos nosotros que nos llámanos Cristianos Católicos. Jesús está en Jerusalén y entra al templo para orar y rezar ¿y cuál fue su sorpresa? que la Casa de su Padre la habían convertido en un mercado. Jesús se enoja y molesta mucho al ver en lo que han convertido la Casa de su Padre. “Jesús, al ver aquello, hizo un látigo de cuerdas y echo fuera del templo a todos, con sus ovejas y bueyes; tiro al suelo las monedas de los que cambiaban dinero y tumbo sus mesas; y a los vendedores de palomas les dijo: Quiten esto de aquí. No conviertan la casa de mi Padre en un Mercado. Sus discípulos recordaron las palabras de la Escritura: El celo por tu casa me devorara” (Juan 2, 15-17). Mis queridos hermanos y hermanas, Jesús es muy celoso con la Casa de su Padre. Por lo tanto, tratemos la Casa de Dios con mucho amor, respeto; tratemos de no hablar una vez que entremos a la casa de Dios, vestir con modestia, sentarnos educadamente, es decir con las piernas y los pies descansando sobre el piso, remover las gorras y sombreros, no masticar chicle dentro de la Casa de Dios, llegar quince o diez minutos antes de la Santa Eucaristía para tener un momento de oración. Si queremos platicar, tengamos la amabilidad de hacerlo afuera de la casa de Dios; tratar de tener siempre la casa de Dios limpia e intacta, es decir no ingresar ni comida ni bebidas dentro de la Casa de Dios. — Con cariño y respeto, Padre Alberto Villafán, ofm.

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