¿SI ADÁN Y EVA NO HUBIERAN PECADO?

Faith Formation

DE NUESTRO VICARIO

II Domingo de Adviento


¿HABRÍA VENIDO CRISTO AL MUNDO SI ADÁN Y EVA NO HUBIERAN PECADO?

El gran teólogo Franciscano medieval John Duns Scotus respondió SÍ a esa pregunta.

Para Scotus, la Encarnación es tan central en el plan divino que debe considerarse independiente del pecado humano, es decir, de la caída de Adán y Eva. Las acciones de Dios deben ser iniciativa pura, no reactivas y provocadas por el pecado. Dios se hizo humano porque quiso que fuéramos unidos a Él mismo.

Es por eso que, Scotus se convirtió en el defensor de la Inmaculada Concepción de María, cuya fiesta celebramos este jueves. Articuló sus pensamientos en tres pasos (usando tres palabras latinas originales):

Potuit: Dios podría haber hecho esto, es decir, Dios podría haber hecho a cualquiera libre de pecado original si lo quisiera. Decuit: Hubiera sido agradable/adecuado/hermoso de ser el caso. En vista de la finalidad de la Encarnación y de los méritos de Cristo, María estaría protegida de contraer el pecado original en el momento de su concepción. De esta manera, ella estaría sin pecado por la gracia de Dios y los méritos de Cristo, no por los suyos propios. Fecit: Dios hizo tal cosa. Dios siempre actuaría en la mejor manera. Preservar a María del pecado es un don mayor que el restaurarla a su integridad después del pecado.

Esto significa que la salvación no depende de la presencia del pecado, ni que la pecaminosidad actual es una condición necesaria para ello. La Encarnación aparece como el mayor acto de iniciativa y amor divino, independiente de la caída humana. María no tenía que haber pecado para tener la necesidad de un salvador.

Juntas, las posiciones de Scotus sobre la Encarnación y la Inmaculada Concepción apuntan a tres puntos centrales de la perspectiva Franciscana: la bondad de la creación, la dignidad de la naturaleza humana y la gracia de Dios. Las tres funcionan armoniosamente para enmarcar esta posición sobre la relación de Dios con la orden creada por el amor divino: tanto las personas como la naturaleza.

En esta visión, es la abundancia de la gracia la que toma el centro del escenario, una gracia que siempre está obrando en la orden creada, porque la presencia amorosa de Dios es dinámica y vivificante.

¡Eso, para mí, suena como una muy buena noticia! ¡Tengan un bendecido Adviento!

Padre Sam Nasada, OFM

(Parte de esta explicación está tomada de “Understanding John Duns Scotus” por Mary Beth Ingham, CSJ)

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