Su membresía en el Cuerpo de Cristo no se detiene cuando termina la Misa y sale de la iglesia. En cambio, debemos continuar siendo el cuerpo de Cristo para el mundo.

Padre Sam Nasada, OFM

Cuando escuchamos las palabras “el Cuerpo de Cristo”, quizás pensamos inmediatamente en la hostia transubstanciada que recibimos en la Misa. Después de todo, el sacerdote o el ministro eucarístico siempre nos recuerda esto cuando nos acercamos a recibir la comunión y dicen: “El Cuerpo de Cristo”, y nosotros respondemos con “¡Amén!”. Sin embargo, la presencia real de Cristo no se limita a la especie Eucarística. La Constitución de la Iglesia sobre la Sagrada Liturgia Sacrosanctum Concilium expresa:

Para realizar una obra tan grande, Cristo está siempre presente en su Iglesia, sobre todo en la acción litúrgica. Él está presente en el sacrificio de la Misa, no solo en la persona del ministro, “ofreciéndose ahora por ministerio de los sacerdotes el mismo que entonces se ofreció en la cruz”, pero sobre todo bajo la especie Eucarística. Por Su poder está presente en los Sacramentos, de modo que, cuando alguien bautiza, es Cristo quien bautiza. Está presente en su Palabra, puesto que es Él quien habla cuando se lee la Sagrada Escritura en la Iglesia. Está presente, por último, cuando la Iglesia suplica y canta salmos, el prometió: “Donde están dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy Yo en medio de ellos” (Mt., 18,20).

Esta última parte a menudo se pasa por alto. En las celebraciones litúrgicas, Cristo está presente en nosotros que participamos. De alguna manera, nos convertimos en el Cuerpo de Cristo. Como nos recuerda San Pablo en 1 Corintios 10:16-17:

La copa de bendición que bendecimos, ¿no es comunión con la sangre de Cristo? Y El pan que partimos, ¿no es comunión con el cuerpo de Cristo? Así, siendo muchos formamos un solo cuerpo, porque el pan es uno y todos participamos del mismo pan.

Así que la próxima vez que venga a recibir la comunión, recuerde que no solo está diciendo “¡Amén!” para afirmar que lo que recibe es el Cuerpo de Cristo. También está diciendo “¡Amén!” a ti mismo convirtiéndose en parte del Cuerpo de Cristo. San Agustín de Hipona escribió este hermoso sermón sobre la Eucaristía:

Sean lo que ven y reciban lo que son… Si lo han recibido dignamente, ustedes son eso mismo que han recibido. Si ustedes son el cuerpo y los miembros de Cristo, sobre la mesa del Señor está el misterio que son ustedes mismos y reciben el misterio que son ustedes… Sé miembro del cuerpo de Cristo para que ese “Amén” sea autentico.

Su membresía en el Cuerpo de Cristo no se detiene cuando termina la Misa y sale de la iglesia. En cambio, debemos seguir siendo el cuerpo de Cristo para el mundo. Como Santa Teresa de Ávila dijo:

Cristo no tiene cuerpo, sino el tuyo. No tiene manos, o pies en la tierra, sino los tuyos. Tuyos son los ojos con los que ve la compasión en este mundo, tuyos son los pies con los que camina para hacer el bien, tuyas son las manos, con el que bendice todo el mundo. Tuyas son las manos, tuyos son los pies, tuyos son los ojos, eres tu su cuerpo. Cristo no tiene otro cuerpo sino el tuyo.

Paz, Padre Sam Nasada, OFM
De Nuestro Párroco Asociado

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