Una nota del Equipo Pastoral 15/1/23

Baptisms at Mission San Luis Rey Parish

DE NUESTRO DÍACONO

Vengo a hacer tu voluntad.

Este tiempo que comenzamos en nuestro calendario litúrgico, lo llamamos “tiempo ordinario,” ¡pero no tiene nada de ordinario! Por lo contrario, deberíamos llamarlo “tiempo extraordinario,” ya que después de haber vivido y experimentado toda la gracia y los dones que recibimos por parte de nuestro Dios, el Emmanuel, ¿quién puede vivir en una forma ordinaria?

La celebración del bautismo de Jesús abre la pauta de este tiempo “extra-ordinario”, sin dejar de conectarse con el tiempo de Adviento y Navidad. En su bautismo, Jesús acepta su misión que viene por parte del Padre, y también el sufrimiento que será parte de esta misión.

A partir de este domingo, Jesús nos muestra en que forma llevara a cabo su misión y sufrimiento. La primera lectura es del 2º cántico del Siervo de Yahvé. En este capítulo, la figura del Siervo nos describe más profundamente la dimensión profética de este personaje. Aquí se descubre más el valor redentor del sufrimiento, aunque no en el texto de hoy. El papel del Siervo es reunir, pacificar, consolar… a Jacob e Israel. La humanidad ha tenido necesidad de estos valores. Y hoy, como nunca, necesitamos a alguien como el Siervo que traiga esa luz a este mundo dividido, en guerra, hambriento y desorientado.

El Evangelio de Juan pone sobre la boca de Juan el Bautista unas afirmaciones que llaman la atención: “el cordero de Dios que quita el pecado del mundo”. No debemos pasar por alto lo que dice “cordero de Dios” (amnos tou theou). Esta prefigura ya aquí está apuntando a la Pascua, al cordero Pascual que se sacrificaba en el templo para rememorar la liberación de Egipto. Un cordero frente al poder del mundo es demasiado, pero esa es la lucha que en la teología Juanica se ha de poner de manifiesto: vida-muerte, amor-odio, luz-tinieblas son los contrastes con las cuales se expresa la misión de Jesús.

En este pasaje queda manifiesto que Juan el Bautista actuaba por medio del bautismo de agua para la conversión; pero Jesús trae el bautismo nuevo, radical, en el Espíritu, para la misma conversión y para la vida. El bautismo de agua es algo ritual y externo; el del Espíritu es interior y profundo: sin el Espíritu todo puede seguir igual, incluso la religión más pura. Esto es lo que este pasaje Juanico de nuestro evangelista quiere subrayar. Y el hecho de que lo presente, al principio, como un “cordero” indica que su fuerza estará en la debilidad e incluso en la mansedumbre de un cordero (signo bíblico de la dulzura) dispuesto a ser “degollado”. En definitiva, el pecado absoluto del mundo, será vencido por el poder del Espíritu que trae Jesús.


Hno. Salvador Mejía, OFM

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