¿Cómo sería el mundo si todos los bautizados Católicos pusiéramos en práctica nuestra misión y vocación? “La cosecha es mucha y los trabajadores pocos. Rueguen, por lo tanto, al dueño de la mies que envié trabajadores a sus campos”. Muchos de los Católicos bautizados tienen una idea errónea, al pensar que esta misión y obligación es exclusivamente para los sacerdotes, religiosos y religiosas. Todos los Católicos bautizados tenemos la misión y obligación de llevar la Buena Nueva de Jesús a todos los pueblos, razas y naciones. El Catolicismo va creciendo día con día y las vocaciones a la vida consagrada y sacerdotal van disminuyendo.
¿A qué se deberá este fenómeno? ¿Será que ni los papas, ni los abuelos, fomentan e inculcan esta vocación en sus hijos y nietos? ¿Será que nos hemos dejado arrastrar, conducir y seducir por los placeres que ofrece este mundo? Jesús les anticipo a sus apóstoles y a los setenta y dos discípulos que habría mucho trabajo por hacer y que muy pocos tomarían en serio esta misión. ¿Qué estamos haciendo los Católicos bautizados para continuar con esta enmienda y misión que nos encargó nuestro Señor Jesucristo? Si no estamos aportando vocaciones hacia la vida religiosa y sacerdotal, ¿estamos rezando por los menos por las vocaciones a cierta vocación?
Tenemos que recordar que los que somos Católicos bautizados, Jesús nos pedirá cuentas de qué hicimos con nuestra vocación y misión en este mundo pasajero. En cualquier lugar donde nos encontremos, hagamos el esfuerzo de dar a conocer La Buena Nueva de nuestro Señor Jesucristo con palabras y acciones. Si cada uno de nosotros pusiéramos nuestro granito de arena, todo sería diferente; tendríamos un mundo más humanitario, solidario y sensible; amándonos y ayudándonos los unos a los otros. No todos tenemos el don de evangelizar, catequizar y predicar, pero si todos tenemos el don de predicar a través de nuestro ejemplo. Con nuestro ejemplo de vida, decimos más que mil palabras. Veamos a Jesus como conmovía y convertía a sus seguidores no solamente con sus palabras, sino sobre todo con su ejemplo y estilo de vida.
Pidamos al Espíritu Santo que nos dé no solamente el don de la palabra, sino también el don de nuestro ejemplo para llevar la Buena Nueva de Jesus a todos los lugares donde nos movamos y vivamos. Amén.
Con cariño y respeto,
Padre Alberto Villafán, OFM.