¿Cuántos de nosotros andamos buscando la paz por todos lados, aún en lugares y sitios equivocados? Cuándo pasamos por miedos y temores, ¿a quién o a dónde recurrimos? ¿Buscamos siempre a Jesús en su Palabra y en la Eucaristía para obtener esa paz que tanto anhelamos? En un mundo tan agitado y estresado, es muy fácil perder la paz, la tranquilidad y la serenidad. Y cuando se pierden esos elementos esenciales, nos llegan los miedos, temores y angustias. En medio de tantas preocupaciones, es muy importante que hagamos un alto en nuestra vida, y le pidamos al Espíritu Santo que nos inunde de su paz. La paz es un don gratuito que solamente Jesús nos lo puede dar. Él nunca nos la va a negar porque Él es el Príncipe de la Paz. Antes de que Jesús dejara a sus discípulos, para que no se sintieran tristes, ni abandonados, los confortó y animó con estas hermosas palabras: “Les dejo la paz, mi paz les doy. Una paz que el mundo no les puede dar. No se inquieten ni tengan miedo” (San Juan 14, 27). Si el mismo Jesús nos trae la paz y nos dice que no tengamos miedo, ¿por qué muchas veces dudamos de sus palabras?
¿Qué sería de nuestras vidas si le creyéramos más a Jesús y en sus palabras? Seguramente dejaríamos de confiar en nosotros mismos y confiar más en Jesús. Podemos tener todos los lujos del mundo, dinero, fama y todo lo material que nos ofrece este mundo, pero si no tenemos paz, ¿de qué nos sirve todo lo que este mundo nos ofrece?
Por eso dice Jesús que la paz que el ofrece es única y gratuita, y no como el mundo la ofrece. Hagamos la prueba y veremos qué bueno es Jesús con todos nosotros, si lo buscamos de todo corazón. Si buscáramos a Jesús siempre y de todo corazón, nuestro corazón siempre desearía estar a solas con Jesús para que nos diera la paz que nadie más nos puede dar, solo Él basta. Hagamos un intento todas las mañanas antes de iniciar nuestro día laboral de pedir la paz, la tranquilidad y la serenidad al Espíritu Santo, y nos daremos cuenta que nuestros días serán más tranquilos y amenos. La paz que Jesús ofrece todos los días aleja de nosotros los miedos y los temores. Busquemos siempre a Jesús todos los días y corramos hacia esa paz que Él nos ofrece, y nos da gratuitamente. Que así sea.
Con Cariño y Respeto,
Padre Alberto Villafán, ofm