Cuando era niño nunca vi una oveja viva, ni siquiera un pastor. Solo los vi en postales o en películas. Para la mayoría de los que vivimos en ciudades y en edificios, no solemos ver muchos pastores llevando sus ovejas al mercado; entonces, para muchos de nosotros, el lenguaje y las imágenes del Evangelio de hoy pueden parecer un poco extraños. En la época de Jesús los pastores formaban parte de la vida cotidiana de muchas personas. Cuando Jesús usa la imagen y el símbolo del pastor, las personas a las que les estaba hablando habrían entendido de inmediato de lo que estaba hablando.
Pero, ¿qué significa para nosotros hoy la imagen de Jesús como pastor? Si bien todas las ovejas nos parecen iguales, un pastor las conoce individualmente. Cuando un pastor llama a una oveja, la oveja reconoce la voz y responde. Así como el pastor conoce a la oveja, la oveja conoce y confía en el pastor. El pastor guía y protege a las ovejas. Las ovejas van donde el pastor las lleva. La imagen de Jesús como Buen Pastor y de la comunidad de seguidores como sus ovejas ha perdurado a lo largo de los siglos como imagen primordial en nuestra tradición de fe. Su poder para describir la relación entre Jesús y sus seguidores trasciende la experiencia directa con las ovejas. La imagen nos habla de la protección, seguridad y cuidado que representan los pastores para sus ovejas.
El Evangelio de hoy habla con fuerza de la familiaridad y la intimidad entre Jesús y sus discípulos, expresada como reconocimiento y conocimiento de la voz del otro. El Evangelio de hoy habla también de la relación entre Jesús y el Padre. En el Evangelio de Juan, Jesús se identifica tan estrechamente con el Padre que nos dice que son uno, no solo cercanos, sino realmente uno. Conocer a Jesús es conocer al Padre. Jesús no sólo nos acerca al Padre, Jesús nos pone directamente en contacto con Dios Padre, eliminando toda distancia entre nosotros. Nuestra relación con Jesús es una invitación a compartir la vida de Dios.
Jesús no nos obliga a escuchar su voz cuando nos llama. Nos invita a seguirlo libremente. La elección de responder o no es nuestra. Hacemos que nos tomemos nuestro tiempo para responder, pero Jesús nunca dejará de llamarnos por nuestro nombre; esperará hasta que respondamos.
Jesús no nos llama y nos pide que lo sigamos sólo porque sí. Él nos ofrece no sólo la plenitud de la vida; nos ofrece la plenitud de Su vida. Jesús vino para que cada uno de nosotros tenga vida y la tenga en plenitud. Esta plenitud de vida se nos ofrece aquí y ahora, no en el futuro.
Mientras continuamos nuestro viaje a través de la Pascua en preparación para la celebración de Pentecostés, que cada uno de nosotros nos demos cuenta de cuán profunda y personalmente nos ama Jesús. Cuando Jesús nos llame por nuestro nombre, que respondamos con fe, y gratitud. Que sigamos adonde él nos lleve.
Quiero desearles a todas las madres de nuestra comunidad parroquial muchas bendiciones. Feliz día de la madre a cada una de ustedes.
Con cariño,
Padre Oscar Mendez