DE NUESTRO PÁRROCO
Poco a poco nos vamos acercando a la Semana Santa, y el Evangelio de hoy nos trae esta hermosa historia del hijo pródigo, o del Padre que perdona, o incluso algunos la han llamado la parábola de los dos hermanos. Esta historia tiene tantos detalles que nuestra mente puede imaginar cada escena de la historia. Podemos ver al hijo menor, egoísta, exigiendo su parte de la herencia, para poder salir y gastarla tontamente. Podemos imaginarnos derrochando su dinero con los llamados amigos, o el olor de los cerdos.
Al mismo tiempo, podemos imaginar al padre, mirando a través de los campos esperando que su hijo regrese a casa, luego la alegría que tuvo cuando lo vio regresar. También podemos ver al hermano mayor molesto porque su padre le da la bienvenida a su hermano. Este es el momento adecuado para que nos imaginemos a nosotros mismos en uno de los personajes de esta parábola. Fácilmente podemos vernos como el hermano menor, volviendo a casa y siendo abrazado por Dios, pero cuántas veces hemos tenido la actitud del hermano mayor, enfureciéndose al ver cómo Dios muestra su misericordia hacia los pecadores.
A veces nos hemos negado a unirnos al Banquete del amor del Padre. Así como hemos experimentado y aceptado la misericordia de Dios en nuestras vidas, también debemos regocijarnos cuando un hermano o hermana ha tenido una conversión y ha vuelto a Dios. Gocémonos y alegrémonos porque han vuelto a Dios.
Este domingo también se llama Domingo Laetare, el domingo en el que debemos expresar alegría porque la celebración de nuestra redención está a solo tres semanas. Este es el domingo en el que comprendemos más profundamente cuán profundo es el amor de nuestro Padre para con nosotros. A Dios no le importa lo que hayamos hecho, o cómo lo hemos lastimado. Dios se preocupa por que estábamos perdidos, pero ahora hemos sido hayados. Solo quiere poner su brazo alrededor de nosotros y decir: “vamos a casa”. Esta historia es solo un indicio de cuán profunda es la misericordia de Dios y cuán profunda es su compasión. Que tengamos la humildad de buscar el perdón. Y que perdonemos a los demás como hemos sido perdonados.
Paz y bien,
Padre Oscar Mendez, OFM
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