Fe y curación

Fr. Oscar

Reflexión del Boletín

El Evangelio de hoy, continuamos leyendo el Evangelio de Marcos. El domingo pasado escuchamos acerca de Jesús calmando la tormenta, el primero de cuatro milagros que Jesús realiza en las cercanías del Mar de Galilea. Cada una de estas cuatro historias de milagros nos ofrece una visión del poder de Jesús. Esta semana escuchamos sobre el tercer y cuarto milagro, omitiendo el segundo milagro, la curación de un hombre de Geraseno que estaba poseído por un demonio.

El Evangelio de hoy relata dos historias de sanación. Una historia nos habla del gran amor de un padre por su hija moribunda. La otra historia nos habla de una mujer desesperada que arriesga mucho mientras busca la curación de Jesús. En cada historia, la petición de curación es en sí misma un valiente acto de fe y, sin embargo, circunstancias muy diferentes están representadas por la vida de cada persona que sufre.

A Jairo se le describe como un funcionario de la sinagoga, un hombre de considerable prestigio en la comunidad judía. Angustiado por la mala salud de su hija, se acerca a Jesús y le pide que la sane. Aunque Marcos no da muchos detalles, podemos imaginar que su hija lleva un tiempo enferma y que su estado se está deteriorando.

Cuando Jesús se va con Jairo, Marcos describe a una segunda persona que busca la curación de Jesús, una mujer con una hemorragia. Esta mujer toca en secreto a Jesús por detrás y se cura inmediatamente. En respuesta, Jesús se vuelve y pregunta quién lo tocó. Los discípulos de Jesús, siempre un poco despistados en el Evangelio de Marcos, nos ayudan a imaginar la escena. La multitud empuja a Jesús y, sin embargo, él, sabiendo que el poder ha salido de él, pregunta quién lo tocó. La mujer podría haber permanecido en el anonimato, pero ante la pregunta de Jesús, da un paso al frente y reconoce lo que ha hecho.

Jesús, da un paso al frente y reconoce lo que ha hecho. Jesús responde reconociéndola como modelo de fe y la despide en paz.

En este punto, podemos imaginar la impaciencia de Jairo hacia Jesús; su hija está muriendo y Jesús aún no lo ha ayudado. Como para crear una sensación de urgencia, de repente llegan mensajeros y confirman el peor temor de Jairo: su hija ha muerto. Jesús curiosamente ignora su mensaje y tranquiliza a Jairo. Cuando llegan a la casa de Jairo, encuentran a familiares y amigos lamentando la muerte de la niña. Jesús entra en la habitación de la muerta, la toma de la mano y le ordena que se levante. La fe de Jairo en Jesús no ha sido en vano; su hija vuelve a la vida.

Los contrastes entre Jairo y la mujer de la hemorragia son marcados y reveladores. Uno es un hombre, el otro es una mujer. Uno es un funcionario público, una persona importante en la comunidad. La otra es una mujer que lo ha perdido todo para encontrar una cura a una condición que la separaba de la comunidad. Uno se acerca a Jesús públicamente. El otro se acerca a Jesús en secreto. Sin embargo, en cada caso, la fe los lleva a buscar a Jesús en su momento de necesidad.

El Evangelio concluye con las instrucciones de Jesús de permanecer en silencio ante este milagro. Esto es típico del Evangelio de Marcos y a veces se lo conoce como el secreto mesiánico. Repetidamente, aquellos que son testigos del poder y la autoridad de Jesús reciben instrucciones de no hablar de lo que han presenciado. Estas instrucciones parecen imposibles de obedecer y es difícil comprender su propósito. Pero en cada caso, parecen enfatizar el hecho de que cada individuo, incluido el lector del Evangelio de Marcos, debe, al final, hacer su propio juicio sobre la identidad de Jesús. Cada individuo debe hacer su propio acto de fe al afirmar a Jesús como Hijo de Dios.

Paz y bien, Fray Oscar

(En Inglés)

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