¿Cuántos de los Católicos practicantes y no practicantes creen en la Presencia real del Cuerpo y Sangre de Cristo, cuando Él se inmola y sacrifica en cada Eucaristía para darnos vida y vida en abundancia? ¿Los que son practicantes, es decir que vienen a la Santa Eucaristía cada semana, con qué frecuencia comulgan o reciben el Cuerpo de Jesús? ¿Y los que se dicen ser Católicos, pero no practican su fe, como se alimentan espiritualmente? Jesús es muy claro con su mandato para todos los que nos llamamos Católicos, creyentes, practicantes y no practicantes. “El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eternal, y yo lo resucitare el último día. Mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida” (San Juan 6, 54-55). Hay muchos Católicos que suelen decir que creen en Dios y hasta se atreven a decir que son personas sumamente espirituales y que mantienen una relación muy íntima con Él; pero no le creen a su Hijo Jesucristo y mucho menos su mandato. Estas personas se crean un dios a su medida y antojo. No le creen al Dios de la vida, sino a otros dioses mortales. Yo nunca he entendido a los Católicos que dicen que ellos no necesitan venir a Misa para creer en Dios; ellos rezan en sus casas porque dondequiera está Dios. Entonces vuelvo a lo mismo, si esa es tu actitud y visión de Dios, ¿cómo te alimentas espiritualmente? ¿Con quién haces comunión o cómo te haces uno con Cristo si no participas de la Santa Misa los fines de semana?

Si leemos detenidamente el Evangelio de este Domingo XXI del Tiempo Ordinario, concluiremos que muchos de nosotros nos parecemos a la gran masa de gente que seguía a Jesús. Muchos de ellos lo seguían, pero no creían en Él y mucho menos en su mandato. Muchos de sus discípulos, al oír a Jesús, dijeron: “Esta doctrina es inadmisible. ¿Quién puede aceptarla?” Jesús, sabiendo que sus discípulos criticaban su enseñanza, les preguntó: “¿Les resulta difícil aceptar esto? ¿Qué ocurriría si vieran al Hijo del Hombre subir a donde estaba antes?” (San Juan 60-62). Yo estoy muy seguro que a muchos Católicos les escandaliza el lenguaje de Jesús al hablar de su Cuerpo y su Sangre y por ese motivo no comulgan ni vienen a Misa, y si vienen a Misa, ven la hostia solamente como un trozo de pan y algo simbólico. Si conocieran realmente que en esa hostia y pedacito de Pan está el Cuerpo, Alma y Divinidad de Jesús, hasta llorarían de alegría y gozo, y le pedirían perdón a Jesús por su indiferencia, arrogancia, soberbia y herejías. Mis hermanos Católicos, despertemos de nuestro letargo e ignorancia; Jesús está más vivo que nunca. Él se nos da completamente y sin reserva alguna porque quiere que tengamos vida y vida en abundancia. Todo lo que Jesús hace por nosotros, lo hace por amor y solo por amor. Respondamos a ese amor; de lo contrario podemos perder la vida eterna.

El mismo Pedro, quien también se había escandalizado al escuchar el lenguaje de Jesús, se arrepiente; se deja guiar por el Espíritu Santo, lo reconoce como su Señor y el Pan vivo que ha bajado del cielo. Desde aquel momento, muchos de sus discípulos se retiraron y ya no andaban con Él. Entonces Jesús les preguntó a los doce: “Acaso también ustedes quieren irse?” Simón Pedro le respondió, “¿Señor a quien iríamos? Tus palabras dan vida eterna. Nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo de Dios.” (San Juan 6, 66-69).

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