Este domingo Jesús nos quiere enseñar la necesidad de orar siempre y sin desfallecer como lo enseño a sus discípulos.
¿Pero, qué es la ORACIÓN?
«Para mí, la oración es un impulso del corazón, una sencilla mirada lanzada hacia el cielo, un grito de reconocimiento y de amor tanto desde dentro de la prueba como en la alegría (Santa Teresa del Niño Jesús, Manuscrit C, 25r: Manuscrists autohiographiques [Paris 1992] p. 389-390).
El Catecismo de la Iglesia Católica nos dice que la oración es un don de Dios y nos ayuda a avivar nuestra relación/comunión con Dios. La oración, sepámoslo o no, es el encuentro de la sed de Dios y de la sed del hombre. Dios tiene sed de que el hombre tenga sed de Él (San Agustín, De diversis quaestionibus octoginta tribus 64, 4) Cc 2560.
Si hemos recibido la oración como un don por parte de nuestro Dios, esto quiere decir que es iniciativa de Dios el buscar establecer una comunicación con cada uno de nosotros. Y esta comunión tiene a su centro el puro, infinito e incondicional amor que Dios tiene con cada uno de nosotros. A través de la historia de la salvación y del plan salvífico que Dios ha llevado acabo, siempre se ha hecho manifiesto que este Dios, no es un Dios mudo, ni tampoco un Dios-juez. Él se ha manifestado como un Padre de amor y misericordia que siempre está listo para salir al encuentro de sus hijos.
Este plan de salvación él lo nos lo comunica a través de La Palabra Viva que es Cristo una comunicación continua la cual busca establecer una comunión de amor entre su Hijo y cada uno de nosotros para así glorificar al Padre en unión con Cristo y llevarnos hacia Él.
Parte de nuestra tradición Católica es de rezar recitando oraciones ya escritas, novenas, rosarios, etc. Y todos estos recursos son muy buenos, pero esto nos tiene que llevar a una apertura del corazón, y en el centro del mismo corazón podemos entrar en esa relación íntima con nuestro amado Jesús, estableciendo un dialogo (oración) en el que guardamos silencio para poder escuchar la voz dulce y misericordiosa de nuestro Dios. Esa voz viva y verdadera que va a transformar nuestra existencia y nuestra realidad. De esta forma ya no usaremos la oración como medio para pedir y pedir una y otra vez solamente por nuestros problemas y necesidades o nuestras fragilidades o pecados. Si practicamos la oración como don de Dios y comunión, entonces entraremos en una conversión y transformación integral, en donde la confianza total en nuestro Dios de que él nos conoce y sabe nuestras necesidades y ya no es necesario usar este tiempo para pedir, sino que es un tiempo más bien en el que le permitimos a nuestro amado Jesús derramarse en amor por nosotros y ser consumidos por la llamas de su amor.
Si practicamos la oración como don de Dios y comunión, entonces entraremos en una conversión y transformación integral, en donde la confianza total en nuestro Dios de que él nos conoce y sabe nuestras necesidades y ya no es necesario usar este tiempo para pedir, sino que es un tiempo más bien en el que le permitimos a nuestro amado Jesús derramarse en amor por nosotros y ser consumidos por la llamas de su amor.
Paz y bien,
Hno. Salvador Mejía