De Nuestro Párroco
En el Evangelio de hoy encontramos a Jesús nuevamente definiendo de qué se trata este nuevo Reino de los Cielos. En los tres últimos domingos hemos escuchado tres parábolas diferentes en el Evangelio de San Mateo, pero están conectadas en el sentido que Jesús nos ayuda a entender como estamos conectados al Reino de los Cielos.
El Domingo pasado en la parábola de la Viña, Jesús acusa a los lideres religiosos y jefes del pueblo de Israel de negarse a escuchar y a cambiar su actitud por querer apropiarse de lo que le pertenece a Dios. En este nuevo Reino, Jesús pone de manifiesto que se los dará a nuevos administradores los cuales trabajen y le entreguen los frutos.
La parábola de este domingo fue escandalosa para estos lideres contra los cuales Jesús acomete, ellos rechazaron la invitación al banquete. Ahora los nuevos administradores son los invitados que se encuentran en las calles y cruces de los caminos. En pocas palabras, todos aquellos a los que estos lideres consideraban criminales, pecadores, impuros e indignos de la gracia y el favor de Dios. Jesús ve a estas personas que no están atadas a nada ni a nadie; son libres. Jesús trae la salvación y una nueva dignidad a la humanidad, sobre todo a los rechazados, basada no en su pecado, sino en los frutos de su trabajo, reconociendo que todo es de Dios y todo viene de Dios como don de su generosidad.
El invitado que se presenta al banquete sin ropa de boda, representa a todos aquellos que no ven la gracia de Dios en la sencillez de las acciones de nuestra vida común; los que no ven la oportunidad de practicar el amor, generosidad, perdón, etc. Se han aferrado a la idea que su destino es vivir en desgracia y no merecen la gracia de Dios. En esta parábola el Rey se acerca a este personaje refiriéndose como “amigo.” Esta manera de aproximarse nos ayuda a entender que Dios se acerca a nosotros de una manera personal y nos da la oportunidad de hablar, pero el gran error de este personaje es el de quedarse callado, no reconoce ni puede ver que la invitación de Dios a vivir en su gracia no depende de su propia idea de sentirse indigno de estar ahí por su vestimenta.
La gracia y la Salvación de Dios son dones gratuitos de su amor y su generosidad, y todos estamos invitados a disfrutar de este gran banquete.
Paz, Fray Salvador Mejía,, OFM
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