A medida que nos acercamos al final de la Cuaresma, el Evangelio de hoy claramente tiene a la vista la pasión y la muerte de Jesús.
Es por eso que Juan nos da detalles sobre la hermana de Lázaro, María, que ella es la que ungió al Señor para la sepultura (ver Juan 12:3, 7). Sus discípulos advierten contra el regreso a Judea; Tomás incluso predice que “morirán con Él” si regresan.
Cuando resucita Lázaro, Juan se da cuenta de que le quitan la lápida del sepulcro, así como las vendas y el sudario que cubre la cabeza de Lázaro; todos los detalles los nota más tarde con la tumba vacía de Jesús (ver Juan 20:1, 6, 7).
Como el ciego de las lecturas de la semana pasada, Lázaro representa a toda la humanidad. Representa a los “hombres muertos”, a todos aquellos a quienes Jesús ama y quiere liberar de las ataduras del pecado y la muerte. Juan incluso recuerda al ciego en su relato de hoy (ver Juan 11:37). Al igual que el nacimiento del hombre en la ceguera, Jesús usa la muerte de Lázaro para revelar “la gloria de Dios” (ver Juan 9:3). Y de nuevo, como la semana pasada, las palabras y los hechos de Jesús dan vista a los que creen (ver Juan 11:40).
Si creemos, veremos que Jesús nos ama a cada uno de nosotros como amó a Lázaro, que nos llama de la muerte a una vida nueva.
Con su resurrección, Jesús ha cumplido la promesa de Ezequiel en la primera lectura de hoy. Ha abierto los sepulcros para que podamos resucitar, puso Su Espíritu en nosotros para que podamos vivir. Este es el Espíritu del que Pablo escribe en la epístola de hoy. El mismo Espíritu que resucitó a Jesús de entre los muertos dará vida a nosotros que una vez estuvimos muertos en el pecado.
La fe es la clave. Si creemos como lo hace Marta en el Evangelio de hoy, que Jesús es la resurrección y la vida, aunque muramos, viviremos. “Lo he prometido y lo haré”, nos asegura el Padre en la Primera Lectura. Debemos confiar en Su palabra, al cantar el Salmo de hoy, que con Él está el perdón y la salvación.
La reflexión viene del Centro de San Pablo para Teología Bíblica en la Universidad Franciscana de Steubenville