¡Hosana! ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor!
Estaba preparando mi plan de lección esta semana para nuestro grupo de jóvenes de secundaria. El tema era el Domingo de Ramos. Quería que mi lección fuera memorable y espiritualmente enriquecedora. Decidí hacer palmas de papel con los estudiantes y hacer una pequeña recreación de la entrada triunfal de Jesús a Jerusalén. Cuando comencé a imaginar qué estudiantes interpretarían qué personaje, pude elegir fácilmente quién interpretaría a Jesús, María y los discípulos, pero el único papel que tuve problemas para encontrar una persona en desempeñar fue el del burro. Pensé dentro de mi: “¡Quién querría interpretar a un burro! ¡De seguro yo no lo haría!
Históricamente, los caballos parecen ser un animal más superior que el burro. En el imperio romano, los caballos se utilizaban para deportes, para jalar carruajes y para la realeza, especialmente cuando se iba a la guerra. El burro, en comparación, siempre ha sido visto como un animal más simple y humilde.
San Pablo dice en su segunda carta a Timoteo: “Toda Escritura está inspirada por Dios y es útil para enseñar”. Por lo tanto, si es evidente que el burro se menciona en las Escrituras, debe haber una lección aquí.
Zacarías profetizó: “Mira a tu rey que viene a ti, justo y victorioso, humilde y montado en un burrito”. Jesús cumple esta profecía. Mientras reflexionamos sobre lo que sucede después de la gozosa bienvenida de Jesús, no puedo evitar pensar en su sufrimiento. Jesús fue capturado y traicionado, juzgado, castigado, abandonado y crucificado a manos de aquellas mismas personas que una vez lo alabaron gritando “¡Hosanna!” Estas mismas personas que le dejaron sus vestiduras más tarde cantaron un cántico más oscuro: “¡Crucifícalo!” y déjalo morir desnudo en la cruz.
Volviendo a mi pensamiento inicial, sobre el burro, esta criatura humilde (aunque a veces testaruda), pero pacífica, lleva a Jesús a su nacimiento en un establo y a su muerte en la cruz. Esta criatura era lo suficientemente humilde para un Rey humilde; lo suficientemente pacífico para un Rey que vino a reconciliar a la humanidad. Al comenzar la Semana Santa y entrar en el sagrado Triduo Pascual, quisiera exhortarnos a deshacernos de todo lo que nos impide darle a Jesús el lugar que le corresponde en nuestras vidas. ¿De qué nos serviría cantar Hosanna y dejar nuestras vestiduras si también nosotros lo abandonamos día tras día? ¿Te gustaría darle a Jesús el lugar que le corresponde como Señor, Rey de tu vida? Si quieres darle a nuestro Rey el lugar que le corresponde, sé cómo el burro, humilde para seguir el ejemplo de servicio que Cristo nos dio, y terco y apasionado por todo lo que tiene que ver con nuestro Dios.
Paz, Sandra Domínguez
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