Cuántos de nosotros sinceramente amamos a Dios por sobre todas las cosas? Y si amamos a Dios con esa magnitud, ¿cumplimos, guardamos y practicamos sus mandamientos? Sería de suma importancia meditar profundamente sobre estas preguntas y el Evangelio de este domingo, cinco de mayo, antes de responder a estas preguntas.
Recordemos que hemos sido creados a la imagen y semejanza de Dios. Por lo tanto, somos de Dios, le pertenecemos a Él, y Él quiere que siempre estemos unidos con Él y vivir para Él. Como sabemos, nosotros reflejamos esa imagen y semejanza de Dios cumpliendo sus mandamientos. Así como Jesús esta unido y permanece junto a su Padre, así también nosotros estamos invitados a hacer lo mismo.
“Si cumplen mis mandamientos, permanecen en mi amor; lo mismo que yo cumplo los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor. Les he dicho esto para que mi alegría este en ustedes y su alegría sea plena”.
Una cosa es decir que amamos a Dios y permanecemos con Él, solamente de palabras. Sin embargo, nuestros comportamientos, pensamientos, acciones y actitudes reflejan lo contrario. ¿Cómo sabemos si permanecemos en Dios y Él en nosotros?
Sería bueno evaluar nuestras vidas y preguntarnos si estamos practicando esa permanencia. ¿Nos amamos y nos perdonamos los unos a los otros, como Jesús nos ha enseñado? ¿Somos compasivos, misericordiosos, bondadosos, generosos y solidarios los unos con los otros como Jesús es con nosotros? ¿Qué sería de nuestro mundo si todos los que nos llamamos Cristianos Católicos practicáramos los mandamientos? Seguramente nuestras vidas serían más fructíferas, humanitarias y completas.
El mismo Jesús nos dice que si guardamos y practicamos los mandamientos, nuestra “alegría seria plena”. Esa alegría plena solamente se consigue y llega a su plenitud en nuestras vidas si nos mantenemos siempre unidos a nuestro Dios. Si nos hemos dado cuenta, en los Evangelios de semanas anteriores, Jesús nos ha estado hablando de esa unidad que Él vive con su Padre Celestial. Jesús nos dijo en el evangelio del domingo pasado. “Yo soy la verdadera vid y mi Padre el viñador. Yo soy la vid, ustedes los sarmientos.”
Hagamos lo posible a poner todos nuestros esfuerzos hermanos y hermanas de vivir siempre unidos a nuestro Dios, pase lo que pase, suceda lo que suceda. “Sin Dios no podemos hacer absolutamente nada”; jamás produciremos frutos abundantes si lo hacemos independientemente.
¿Cuántas personas hemos conocido que han vivido siempre unidos a Dios y permanecieron siempre fieles a Él? Me imagino que ustedes y yo hemos conocido hombres y mujeres que han y están viviendo siempre unidos a Dios y su “alegría es siempre plena”. A pesar de sus problemas, crisis o enfermedades siempre se les nota un semblante tranquilo, ecuánime y sonriente. ¿Por qué será? Porque siempre han permanecido con Dios y Dios con ellos.
Hermanos y hermanas no vivamos nuestro Catolicismo de apariencias, fingimientos, sentimientos y palabras, sino con hechos, obras y acciones; de lo contrario nuestra permanencia en Dios será vana e inútil. Con todos nuestros altibajos, problemas, dificultades y crisis, dejémonos cautivar por Jesús. Dejemos que Él actúe en nosotros por nuestro propio bienestar y “alegría plena”.
Con Dios todo es posible; sin Dios todo es banal o efímero. Dejemos que Dios sea Dios en nosotros para que nos vaya purificando y santificando. Que así sea.
Con cariño y afecto, Fray Alberto Villafan, OFM
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