De Nuestro Vicario
Siempre he tenido una gran fascinación por los súper héroes, los Santos y todos aquellos que hacen cosas extraordinarias. Pero cuando se trata del amor de una madre por sus hijos, es realmente de admirarse. Recuerdo que cuando estaba en la secundaria, en mi clase había un compañero el cual era hijo de una madre soltera, en ese tiempo el ser madre soltera era muy mal visto por la sociedad. Y lo que hacía más grave su situación es que ella trabajaba en un bar como camarera.
En una ocasión su hijo y otros alumnos se metieron en problemas y los querían expulsar de la escuela. Hubo una junta con la dirección y la asociación de padres de familia. Era evidente la discriminación por parte de la directiva ante esta madre y su hijo. Nunca he visto en mi vida una madre que defendiera a su hijo con tanto coraje y tanto celo, hasta el punto de no importarle que ella fuera humillada en el proceso. Al final decidieron darle una oportunidad más.
Si ponemos atención en los Evangelios hay muchos casos en donde personajes no judíos nos impresionan con su respuesta de fe ante Jesús y como son capaces de reconocer en Jesús su divinidad aún mejor que los propios judíos.
El evangelio nos ha mostrado que en Jesús todos tenemos oportunidad, desde los que consideramos los indignos y hasta los que no aceptan a Dios en sus vidas. Sea cual sea nuestra procedencia, creencias, cultura y formas de vida. Dios no abandona a nadie, no cierra puertas. Dios sigue ofreciendo sus promesas y dones de salvación a todos; valorando y respetando las opciones libres de cada persona. Nadie está excluido. Él sólo espera un “sí” de nuestra parte: el “sí” de la fe perseverante y llena de confianza. Una fe que desea ser transformada para que así Dios pueda obrar atreves de nuestro corazón.
La mujer cananea estaba convencida de que Jesús podía curar a su hija. Nosotros sabemos que sólo Él puede hacer que nuestra vida cambie. Con Jesús se abren horizontes para todos los que buscan liberación y vida nueva.
La Buena Nueva de hoy, nos invita a abrir nuestro corazón a la universalidad, a derribar fronteras y a superar todo tipo de exclusiones y discriminaciones. Hay que vencer los prejuicios y los obstáculos que tan frecuentemente nos separan y enfrentan a los seres humanos. El mensaje es claro: se nos invita a promover relaciones de apertura, de solidaridad y de acogida generosa.
Paz, Hno. Salvador Mejía, OFM
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