DE NUESTRO PÁRROCO
La Nueva Creación
En el evangelio de este XXIII Domingo del Tiempo Ordinario, nos encontramos con un enfermo que debe ser sanado; es “un hombre sordomudo”. El ministerio sanador de Jesús marca el inicio de las nuevas relaciones que deben de existir entre los pueblos, las religiones y las culturas. Una persona que no entra en dialogo con los demás, que permanece cerrado en su propio mundo, y que piensa que no tiene nada más que aprender, es un sordomudo.
El sordomudo en el Evangelio de hoy representa a todas aquellas personas que no han abierto sus oídos a la voz de Dios y se niegan a profesar su fe en Él. Lo primero que hace Jesús es apartarlo de la multitud. ¿Por qué Jesús hace esto? Porque cuando se está en medio de la multitud, hay demasiados ruidos, pensamientos e ideologías del mundo, que impiden a la persona escuchar la voz de Dios. Para escuchar la voz de Dios, es importante alejarse de tanto ruido exterior, de tantas ideas y criterios que son opuestos al mensaje de Dios. Por eso, cuando vamos a un retiro, nos alejamos de lo que normalmente hacemos y de donde normalmente vivimos, para apartarnos de nuestra agenda diaria, y entrar en el silencio, salir del ruido del mundo, de la sociedad.
Cuando Jesús sana al sordomudo, mete el dedo en los oídos del hombre. Recordemos que el dedo de Dios es un símbolo del poder de Dios. Además, entre las tradiciones judías, la saliva se consideraba como un aliento concentrado. El aliento pertenece a Dios. Entonces, cuando Jesús toca la lengua del sordomudo con su saliva, Jesús le está dando su aliento, su Espíritu. El hombre enfermo, es la humanidad enferma, que se le ordena a abrir sus oídos, a escuchar la voz de Dios y a profesar su fe en Él.
Por otro lado, el pasaje del evangelio dice que la multitud aclama: “Todo lo ha hecho bien.” Si recordamos bien, en el Libro del Genesis después de que Dios va creando diferentes cosas, se usa palabras similares, “Y vio Dios que era bueno.” El evangelista nos presenta al nuevo hombre, la nueva creación de Dios, que son los hombres y mujeres, todos los bautizados, que escuchan la voz de Dios y predican su evangelio al mundo.
Te invito que durante esta semana puedas tomarte un tiempo en oración para reflexionar cuales son los “ruidos” que impiden escuchar la voz de Dios hoy, y cuáles de ellos son los que pueden estar afectándote directamente a ti. Quizá hoy sea un buen día para pedirle al Señor que te cure, te sane y puedas escuchar su voz y predicar la Buena Nueva a los demás de palabra y obra. En otras palabras, que puedas poner en práctica tu bautismo.
¡¡Que el Señor me les de su paz!!
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