Hacer el Bien
En el pasaje del evangelio de este domingo, los apóstoles están un poco confundidos. ¿Cómo puede alguien que no pertenece a nuestro grupo, realizar las mismas maravillas o incluso mayores que las que hemos realizado? ¿Si alguien realiza con éxito la misión que estamos llamados a realizar, es motivo de regocijo o de preocupación? ¿Quién está autorizado a usar el nombre de Jesús? Juan y sus compañeros no están contentos porque la otra persona no pertenece a su grupo.
¿Cómo entendemos quién está con nosotros y quién está contra nosotros? En ciertos momentos, los Cristianos sentimos que somos los únicos hijos amados de Dios y las personas que no pertenecen a nuestro grupo y a nuestra religión son forasteros que no pueden beneficiarse del amor y la misericordia de Dios.
Pero a medida que vamos caminando, nos damos cuenta de que hay muchas personas generosas, sinceras que también van caminando a nuestro lado. No los hemos visto porque hemos estado mirando a través del cristal de nuestras presunciones de ser la única Iglesia verdadera y los únicos discípulos verdaderos. La envidia y los celos nos impiden reconocer el bien realizado por aquellos que son diferentes a nosotros.
En nuestras comunidades, muchos sirven a nuestros hermanos y hermanas, llevando a cabo las tareas con diligencia y generosidad; sin embargo, los celos y la envidia a menudo arruinan nuestros esfuerzos. Y todos los esfuerzos y ministerios que hacemos, dejan de ser un servicio para convertirse en medios de afirmación de nosotros mismos, de nuestro estatus social y de nuestro ego.
El evangelista nos recuerda que hay que hacer todo lo posible para que nuestras vidas sean beneficiosas para la comunidad. Dios nos ha bendecido con ojos, manos y piernas para observar y alcanzar las necesidades de nuestros hermanos y hermanas, para hacerles el bien. Quien desperdicia su oportunidad de hacer el bien en este mundo pierde, para siempre, la oportunidad única que Dios le ha ofrecido.
El Evangelio habla de cortarse la mano o la pierna o incluso quitarse el ojo, si los usamos para hacer el mal y no los usamos para hacer el bien. Esto es un llamado a eliminar nuestros comportamientos, actitudes, estilos de vida e ideologías equivocadas, para que no permitamos que nuestras vidas se desperdicien.
¡Que el Señor siempre les de Su paz!
Padre Lalo Jara, OFM
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