Las lecturas de este domingo nos hablan de la importancia de permanecer conectados a Cristo, la vid verdadera, y de dar frutos en nuestra vida como sus discípulos. En el Evangelio, Jesús usa el ejemplo de la vid y los sarmientos o ramas para describir nuestra relación con Él. Él es la vid verdadera y nosotros somos los sarmientos o ramas. Si permanecemos conectados con Él, podemos dar mucho fruto y glorificar al Padre.

Jesús nos dice lo importante que es para nosotros estar unidos a Él, porque él es la vid sustentadora de vida que proporciona los nutrientes a las ramas (nosotros), para que podamos producir el fruto que Dios espera. Una vez fui a un viñedo y pedí información sobre cómo cuidar la vid. Me informaron que a una vid joven no se le permite dar frutos durante los primeros tres años y cada año se corta drásticamente para desarrollarse y conservar su vida y energía. Cuando está maduro se poda en diciembre y enero. Lleva dos clases de ramas, una que da fruto y otra que no; y las ramas que no dan fruto se podan drásticamente, para que no absorban nada de la fuerza de la planta. La vid no puede dar una buena cosecha sin una poda drástica. Jesús nos hace conscientes de que algunos de nosotros podemos dar frutos, mientras que otros somos inútiles porque no damos fruto. Cuando nos negamos a escuchar a Jesús en nuestras vidas, podemos convertirnos en ramas secas e inútiles. Dejemos que nuestra práctica, palabras y acciones reflejen que estamos apegados a la vid verdadera. Para dar frutos y crecer espiritualmente, debemos permanecer conectados con Cristo a través de la oración, la lectura de las Escrituras, la participación en los Sacramentos y el cultivo de una relación personal con Jesús.

Paz y bien, Fray Óscar Mendez, OFM

(En Inglés)

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